La odisea que nos propone Palabras de piedra no es el viaje en sí, sino todas las vicisitudes que el personaje principal debe sortear hasta que llega el momento mismo de subir al avión y emprender el viaje con su hijo. El relato está narrado en primera persona, lo que obliga al lector a mirar tanto el entorno como al resto de personajes a través de la pupila de un hombre con autismo, con todo lo que eso supone. Al mismo tiempo, le invita a entender que el mundo puede ser visto y vivido de otras maneras igualmente enriquecedoras.
Palabras de piedra pretende visibilizar la realidad de todas las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y de sus familias, en un mundo que no está diseñado para ellas y al cual deben adaptarse, a veces desde la soledad más absoluta y a pesar de la incomprensión e incluso del rechazo. Se trata de una novela acerca del autoconocimiento, de la asunción de las propias limitaciones y de cómo es posible aceptar el riesgo que supone atreverse, a pesar de ellas, a soñar.
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