jueves, 1 de octubre de 2020

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HISTORIAS Y RELATOS


WALTER BENJAMIN

"Historias y relatos" forma parte de la obra en prosa del autor y reúne una selección insólita de fragmentos breves y narraciones cortas, fieles a la idea benjaminiana de reducir el relato a su base narrativa elemental. Redactados en su mayor parte en Ibiza durante la primavera de 1933, los escritos que presentamos son el mejor testimonio de la capacidad  imaginativa y la fuerza fabuladora del gran escritor.

El pasado sábado 26 de septiembre, se cumplieron 80 años de la muerte de Walter Benjamin. Murió un 26 de septiembre de 1940 en Portbou, provincia de Girona. Ahora después explicaremos como este berlinés acabó sus días en esta localidad del alto ampurdá.

Se puede considerar a Walter Benjamin (Berlín, 1892 – Portbou, 1940) como un auténtico hombre del Renacimiento, cultivador y pensador de innumerables ramas del saber humanístico, y sin duda, uno de los pensadores alemanes y podríamos decir sin rasgarnos las vestiduras, a nivel mundial,  más relevantes del siglo XX. Fue filósofo, crítico, ensayista, poeta, narrador, historiador, historiador del arte, experto en teoría del arte e historia de las ideas estéticas, más un larguísimo etcétera.

Benjamin era judío y de familia burguesa como todos sus compañeros de la Escuela Frankfurt (Adorno, Horkheimer, Marcuse, Erich Fromm y tantos otros). Hijo de una familia bien posicionada de origen ashkenazi, su padre, Emil Benjamin, fue banquero en París, pero definitivamente se trasladó a Alemania, donde trabajó como anticuario en Berlín.  Allí, en la capital alemana, nació y pasó Benjamin su feliz infancia a la que siempre tuvo en su recuerdo melancólico paradigma del dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Según Ricardo Dudda de la página web "Letras libres" en su brillante análisis sobre el libro de Stuart Jeffries "Gran Hotel Abismo" : "Fue quizá el más melancólico, sentimental y pesimista de Frankfurt. No supo hacerse nunca ni un huevo frito y vivió de las rentas de su familia, aunque esta fue una característica común de los teóricos críticos. Era un nostálgico de su infancia idílica en Berlín, y a menudo sus reflexiones sobre la memoria lo acercan más a Proust que a otros teóricos marxistas. Sentía una enorme atracción por lo decadente y le fascinaba la aparente armonía de la vida comunitaria de ciudades como Nápoles, quizá por el gran contraste que presenta con Alemania. Fue quizá el más místico y en cierto modo reaccionario de los teóricos críticos: su paso del judaísmo al marxismo forma parte de su búsqueda de redención y del absoluto. Como escribe J. M. Coetzee en The New York Review of Books, algunas de sus teorías eran incomprensibles o demasiado espirituales para determinados amigos marxistas. El dramaturgo Brecht escribió en su diario: “Benjamin dice: cuando sientes que la mirada del otro se posa en ti, incluso cuando estás de espaldas, respondes (!). La expectativa de que cualquier cosa que observas te observa a ti crea el aura… Es todo muy místico, a pesar de sus actitudes antimísticas. ¡Esta es la manera en la que debe hacerse el análisis materialista! Es bastante espantoso.” En definitiva, un pensador  genial que combinaba o mejor dicho se movía entre el espiritualismo judaico de tradición y el materialismo marxista frankfurtiano.

Un auténtico visionario en su tiempo que fue capaz de ver el absoluto poder de transformación de la imagen, fotografía primero y cinematógrafo después. De ser capaz de atisbar el cambio global del "aura" del arte hacia la reproducción masiva de imágenes en sus magníficas obras "Pequeña historia de la fotografía" y sobre todo y fundamentalmente en "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica". 

Lamentablemente, tras la llegada al poder del Nacionalsocialismo en 1933 y el comienzo de las persecuciones hacia judíos y todo tipo de opositores, Benjamin tuvo que exiliarse en París. En la capital francesa pasó siete años hasta que  el Blitzkrieg (guerra relámpago) hizo que la Alemania del III Reich venciera a Francia y la ocupara en apenas 6 semanas. Benjamin no tuvo más remedio que huir de nuevo, esta vez hacia los Estados Unidos. Sin embargo, su viaje no llegó a su deseado destino. Su visado fue denegado por las autoridades españolas en la fronteriza localidad de Portbou, como comentábamos anteriormente. De esta manera, y ante el miedo a ser devuelto a Francia y ser capturado por la Gestapo, Benjamin se quitó la vida ingiriendo una sobredosis de morfina. Macabramente, su visado, fue aprobado por las autoridades españolas días después de su suicidio. El resto de viajeros que acompañaban a Benjamin en su aventura de llegar a Estados Unidos, pudieron concluirlo partiendo desde nuestro país vecino, Portugal.

Nos queda su obra, una de las mayores aportaciones a la cultura en general y con mayúsculas de todo el siglo XX.

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