viernes, 24 de noviembre de 2023

VII EDICIÓN CERTAMEN "CUENTOS PARA CAMBIAR"

ESCARLATA SANGRE Y VIDA

Finalista: Alejandra Montalvo García
    Había una vez una pequeña aldea en un país grande en tierras y pequeño en riquezas. La aldea estaba en una llanura tan amplia como vacía, pues en ella no habitahba mucha gente. Entre la poca gente que vivía en aquella ruina de aldea, estaba Escarlata.

    Escarlata era una niña de diez años. Su nombre venía del color rojo, ya que el escarlata es una de sus tonalidades. Este curioso nombre lo eligió su madre, pues decía que el color rojo representa la sangre y la vida.

    Escarlata vivía con su madre en un pequeño refugio construido por algunos bloques de barro colocados unos encima de otros, formando un cuadro de unos tres metros de lado. Su "casa" era la mejor de la zona ya que había gente que no tenía ni un techo que le cubriera para pasar las oscuras y frías noches.

    Con apenas diez años, Escarlata contaba como era irse a dormir sin saber si despertería al día siguiente. Decía que vivía sabiendo que en cualquier momentoo podía dejar de hacerlo. En la aldea no había agua potable de la que poder hidratarse, tampoco tomaban comida diaria ya que encontrar algún mísero trozo de pan por aquella zona, era una reliquia que pocas veces ocurría. Esa zona siempre sufría de atentados y al no tener nada para defenderse, morían miles de personas en cada uno de ellos.

    Su familia eran su madre y su abuela. Su padre ya no vivía con ellas pues tuvo que irse de casa ya que abusaba de su madre.

    La abuela materna de Escarlata vivía en el otro lado de la frontera por lo que ella solo la había visto una vez y apenas tenía cinco años. Vivía sola en la residencia de una ciudad rica en derechos, pero en su contra padecía de alzhéimer. Escarlata sabía lo mal que lo pasaba su madre con esa situación, pues a su abuela solo la vió una vez. Recordaba como en aquella visita su madre lloraba arrodillada ante su abuela rogándole que recordara su nombre mientras ella le decía qu eno la conocía. A pesar de eso, Escarlata entendía lo duro que tenía que ser que tu propia madre no recordara ni tu nombre.

    En la residencia recibía tratamientos médicos para intentar convivir con aquella enfermedad, pero no era la mayor preocupación de los médicos ya que esta mujer tenía algo mas grave que el alzhéimer.

    Escarlata se enteró de esto un día, en el que mientras buscaba algo par alimentarse, alguien gritó su nombre; un grito desesperado, que provenía de la garganta de su madre. Escarlata, asustada, corrió hacia su pequeño refugio y al pasar encontró a su madre llorando sentada en una esquina. Impresionada y algo asustada Escarlata se sentó a su lado en el suelo frío y oscuro donde veía caer como pequeñas gotas de lluvia las lágrimas de su madre. Las dos guardaron silencio hasta minutos más tarde cuando la paciencia salió del cuerpo de la pequeña y llena de intriga y pena le preguntó: -Mamá ¿qué ha ocurrido?-

    Su madre la miró entre sollozos y le respondió: -Me han llegado noticias desde la residencia de tu abuela, diciendo que le han detectado un tumor y lo más probable es que no sobreviva-.

    Sus ojos volvieron a inundarse mientras la sorpresa embarga a Escarlata, pues no hablaban de ella desde la única vez que la pudo ver. Escarlata iba a responderle cuando su madre hizo un ademán de volver a hablar: - Lo peor es que me he enterado ahora, por lo que puede que tu abuela... - hizo una pausa, intentando no llorar- puede que haya muerto-.

    Esas palabras se adentraron en la niña como una bala en el pecho, y sin pensárselo dos veces, se levantó y cogió una sabana sucia, la ató haciendo una bolsa, y dentro metío algunos trozos de fruta para alimentarse. Cuando se dispuso  a salir por la puerta, su madre la paró confundida: - ¿Hija a dónde vas? Escarlata se acercó y le dió un abrazo. Antes de irse le susurró al oído: -Voy a ver a mi abuela-.

    Su madre se sorprendió, pero antes de que Escarlata pusiera un pie fuera del refugio, le agarró de la muñeca y le dijo: -Hija, ten cuidado y dale esto de mi parte.

    Su madre le había entregado un sobre con algo en su interior. La niña se fue, pensando en que después de años, por segunda vez en su vida, podría volver a ver a su abuela. A Escarlata no el esperaba un camino fácil, pues debía cruzar la frontera donde un noventa por ciento de gente moría ahogada en las profundidades del mar.

    Fueron días duros para Escarlata pues estuvo durante horas andando sin parar poder llegar al puerto. Comía poco, pero por lo menhos tenía la suerte de poder comer. Tenía algunas heridas en sus pies debido al esfuerzo que suponía andar por aquellas llanuras del país. No podía parar, si paraba, perdería demasiado tiempo y cuanto más tiempo pasara menos posibilidad habría de poder volver a ver a su abuela. No obstante, todo esfuerzo tiene su recompensa por lo que en menos de dos semanas llegó a la entrada del puerto.

    Aque país era demasiado pobre y vacío, pero desde luego ese puerto, vacío no estaba. Desde lo lejos podías ver como miles de personas se peleaban desesperadas por subir a una de las balsas hinchables y poder llegar a otro país buscando una oportunidad, una nueva vida.

    Escarlata se fue acercando hasta estar delante de una de las balsas que estaba a rebosar de gente. La mayoría eran niños pequeños y mujeres que preferían arriesgar su vida a morir en la que tenían.

    Un hombre vió como Escarlata miraba con pena aquella balsa y se acercó a ella.

    - Así que tu también quieres huir de aquí-. Ella levanta la mirada para ver su rostro, pues él le sacaba unos cuantos palmos de altura. Escarlata asintió y bajó la mirada.

    -Ey, que te estoy hablando-. Y con cierta agresividad, de un golpe brusco le sujetó la barbilla con su mano y le levantó la cara para que pudiera verle. Escarlata reacciona al instante y de un empujón se aparta.

    -Puedo hacer que subas tú y tu madre, pero necesito algo a cambio-.

    -No necesito tu ayuda, deja a mi madre-.

    El hombre se rió abiertamente y entre carcajadas le dijo: -Venga por favor, si vosotras no tenéis nada, así que, en vez de tratar de huir de aquí, ve y dile a tu madre que dependa de un hombre, como debe ser y deje ya de buscar oportunidades-.

    A Escarlata le llegaron recuerdos de como su padre pegaba a su madre y sintió como la rabia subía poco a poco por su cuerpo, perdiendo el control de la situación. De un golpe, se subió a la blasa y emprendió el camino fuera de aquel país, demostrándole así que ella tenía las mismas oportunidades y derechos que él.

    Escarlata pasó nueve días en aquella balsa con solo un pobre trozo de tela que envolvía algo de fruta y aquel sobre que su madre le había entregado antes de irse. La balsa rebosaba de niñas y niños menores que ella e incluso alguno que otro también mayor. Hubo gente que a mitad del camino decidió acabar por ellos mismos con aquella pesadilla y agotados se tiraban de la blasa hundiéndose en las profundidades del mar. Claramente, para Escarlata fue muy desesperante ver cómo la gente acababa de esa manera con su vida, pero ella fue fuerte y luchó tanto que una mañana despertó en el país donde podría ver a su abuela.

    Por fín, Escarlata consiguió llegar a la residencia donde le indicaron que debido al tumor de su abuela habían tenido que trasladarla a un hospital para recibir más cuidado y tratamiento médico. Uno de los responsables de la residencia se ofrece a llevarla en coche al hospital dada su situación.

Al llegar, buscó su habitación y entró en una de la habitaciones al ver su nombre en la placa de la puerta. Una mujer de pelo blanco contemplaba tranquila el paisaje de la ventana tumbada en la camilla.

    -¿Abuela?- Escarlata había llegado a tiempo, su abuela seguía viva.

    La anciana la miró sorprendida. Entonces Escarlata se sentó en una butaca al pie de la camilla y abrió el sobre enseñándole lo que su madre había guardado en el interior. Era una foto de su abuela y ella.

    -¿La ves? Es tu hija. En ese momento Escarlata tuvo un dejavu de día en el que su madre lloraba arrodillada tratando de explicarle quién era, ya que a Escarlata le empiezan a correr lagrimas por sus pálidas mejillas.

    -¿Hija?-pregunta su abuela confundida. -Si-. -En esta foto estabais haciendo galletas, ¿lo recuerdas?-. Su abuela levantó la mano y señaló las galletas de la foto con su dedo índice. A continuación, le dijo -galletas de chocolate con mi hija-. Escarlata empezó a llorar con intensidad, no podía ser, su abuela la recordaba. 

    -¿Y yo abuela? Yo soy tu nieta-.

    -Mi nieta- repite, pero acto seguido un temblor le recorrió el cuerpo y dejó de respirar. Escarlata, asustada salió de la sala, y gritó en busca de ayuda. Unos cuantos doctores acuden de inmediato pero pasada la hora, su abuela había fallecido debido al tumor.

    Un año después, limpiando su refugio con su madre, apareció una caja con una foto en el interior. Escarlata la abrió y vio en ella a su abuela y su madre haciendo galletas. Una lágrima cayó en la foto y con fuerza apretó la foto contra su pecho mientras sonrió mirando al cielo.





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